Con sigilo apoyé mi cuerpo a su lado... se sacudió el piso y luego mi sueño.
Desperté con el sudor en mi frente y ella me dijo:
- Llegaste!
Las velitas se habían consumido de tanto esperar(me) pero ella, lejos de consumirse, había decidido reponer fuerzas para darme su amor en la madrugada azul...
y nos amamos, otra vez...
6 comentarios:
Ella no estaba enfadada, por lo visto.
¡Precioso! Diego.
Buen finde
Un abrazo
Debe ser una mujer extraordinaria...cualquiera no reacciona así! ;)
Besos.
Y así, da gusto la impuntualidad...
Y siempre, siempre la llamita del corazón encendida.
Saludo grandote, Diego. Bonito fin de semana.
premio a la impuntualidad y sin reproches. Muy bueno. Un abrazo
Un relato profundo que parece, sin lugar a dudas, una oda al amor incondicional.Felicidades.
Gracias por venir a visitarme acá también.
Sin duda hay amor, claro.
Abrazos grandes
Publicar un comentario